Por desgracia, no podemos evitar el envejecimiento, pero si podemos envejecer bien. Y esto depende en buena medida de los hábitos que hemos llevado durante años.
El cerebro empieza su deterioro a partir de los 30 años. Las lagunas de memoria, el pensamiento más lento y los problemas para procesar cierta información son cada vez más frecuentes pasados los 60 años.
Estas pérdidas cognitivas son normales a medida que envejecemos, causadas por una disminución de la capacidad de realizar conexiones entre nuestras neuronas.
Este deterioro se puede agravar por hábitos de vida poco saludables. Por eso, en este artículo vamos a conocer cuáles son los mejores hábitos para reducir el envejecimiento cerebral.
¿Qué patologías puede producir el envejecimiento cerebral?
De las patologías neurológicas relacionadas con la edad, la enfermedad de Alzheimer y la demencia vascular son las más habituales, y las dos están poderosamente influidas por los hábitos y el modo de vida de las personas.
El Alzheimer comienza con la acumulación de proteína beta-amiloide en el hipocampo, un área que controla la memoria y la conducta.
La acción tóxica de esta proteína provoca la desaparición de las neuronas en esta zona y, por consiguiente, a la pérdida progresiva de la memoria, así como al deterioro de las capacidades físicas y cambios de conducta.
La demencia vascular es la pérdida de la función cerebral causada por problemas de suministro de sangre al cerebro. El cerebro sufre pequeños e inapreciables ataques, de forma frecuente, que acaban dañándolo.
Por eso, proteger la salud cerebral implica adoptar rutinas que cuiden las propiedades cognitivas.
Entonces, ¿qué podemos hacer para reducir el envejecimiento cerebral?.
¿Qué hacer para reducir el envejecimiento cerebral?
1. Realiza actividad física regularmente

Parece que siempre suena la misma canción, pero al realizar ejercicio favorecemos el flujo sanguíneo y la oxigenación del cerebro, se activan los neurotransmisores relacionados con el placer, se previenen problema cardiovasculares y nos ayuda para controlar el estrés.
Es decir, reducimos enormemente el riesgo de demencia vascular.
El ejercicio también favorece la creación de nuevas neuronas en el hipocampo.
El llevar un modo de vida sedentario está catalogado como uno de los factores de riesgo principales para padecer la enfermedad de Alzheimer.
Seguir una rutina de actividad física debe ser parte, no sólo de la prevención, sino también del tratamiento de la enfermedad, incluso en las fases más avanzadas, al conseguir una mayor efectividad y menos efectos secundarios de los medicamentos.
Lo idóneo es efectuar actividades (caminar, correr, levantar pesas, subir escaleras, etc.) de forma regular. Lo mejor es moverse. Pasa un día activo y evita estar sentado demasiado tiempo.
2. Un sueño reparador es fundamental

Es muy importante descansar bien. Da igual cuántas horas duermas, debes despertarte totalmente renovado tras una noche de sueño.
El cerebro cuenta con un sistema de autolimpieza, que se activa durante el sueño y contribuye a eliminar toxinas del sistema nervioso central, incluso la acumulación de beta-amiloide, una proteína relacionada con la enfermedad de Alzheimer.
En el momento en que hay falta de sueño, el sistema linfático no es capaz de limpiar las toxinas.
En condiciones crónicas, estos subproductos se acumulan y afectan a la función cerebral, la conducta y las capacidades cognitivas.
3. Nunca dejes de aprender cosas nuevas

Es fundamental entender que nuestro cerebro es capaz de ser moldeado por nuestras vivencias hasta el final de nuestra vida.
Y cuanto mayor es la variedad de estímulos, más “lubrificados” se vuelven los procesos cognitivos. En otras palabras, nunca debemos dejar de aprender.
Puede ser un idioma diferente, un instrumento, una actividad física, un pasatiempo manual, manualidades, baile o una forma distinta de hacer las actividades diarias.
Siempre deben ser desafiantes, que eviten que el cerebro se ponga en «piloto automático». De este modo, conseguiremos que se creen nuevas conexiones sinápticas entre nuestras neuronas.
4. Mantén buenas relaciones sociales

Cultivar una red de relaciones fuertes y saludables tiene un efecto beneficioso sobre la salud física y mental.
Por el contario, la soledad es perjudicial, ya que eleva el estrés e incrementa el riesgo de patologías del corazón y degenerativas, como la enfermedad de Alzheimer.
La soledad puede desatar la pérdida cognitiva pasado un tiempo. La falta de convivencia social puede afectar a las áreas cerebrales responsables del lenguaje y la comunicación, y a capacidades como la resolución de conflictos y la toma de decisiones.
5. Evita el estrés y relájate más

El cerebro necesita algo de tensión para mantenernos alerta y motivados. El problema es cuando aparece el estrés crónico.
El exceso de cortisol provoca cambios químicos y estructurales en múltiples zonas del cerebro, lo que conduce a la destrucción de las neuronas y complica la actividad normal del hipocampo, área responsable de la memoria y una de las primeras perjudicadas en la enfermedad de Alzheimer.
Para aliviar el estrés existen múltiples técnicas de relajación como la meditación, el ejercicio regular, una alimentación sana, escuchar música relajante, usar aceites esenciales, que también puede ayudarte a descansar mejor.
¡Ilusiónate con la vida, con el mundo y en particular contigo mismo/a! La afirmación efectiva hace más fuerte las redes neuronales e incrementa la competencia mental.
6. Utiliza complementos para el cerebro

Además de una dieta rica en nutrientes, algunos suplementos pueden aportarnos esa pequeña ayuda que necesitamos para mantener nuestras conexiones cerebrales en plena forma.
Estos son algunos complementos que nos pueden ayudar:
Omega 3 (DHA)
Nuestro cuerpo no produce este ácido graso, por lo que necesita ser complementado.
Optimiza la memoria protegiéndonos frente a ciertos trastornos psiquiátricos.
Según algunos estudios, los síntomas depresivos son significativamente más altos entre aquéllos que no toman suplementos de DHA.
También protege frente al deterioro cognitivo suave, la demencia y el avance de la enfermedad de Alzheimer en personas mayores.
Omega 3 máxima concentración EPA – DHA. Ácidos grasos
L-teanina
Regula los niveles de determinados neurotransmisores, previniendo la disfunción cerebral inducida por la proteína beta-amiloide.
Además de esto, la L-teanina mejora la calidad del sueño en jóvenes con TDAH.
En lo que se refiere a los usos de los nootrópicos, múltiples estudios señalan que una combinación de L-teanina con cafeína potencia el desempeño cognitivo, especialmente en las áreas de la concentración y el estado de alarma.
L-Teanina 400 mg, 180 Cápsulas Veganas
Ginkgo biloba
Funciona favoreciendo el flujo de sangre al cerebro e inhibiendo el desempeño de una enzima que rompe la acetilcolina, un componente principal de la memoria.
Ginkgo Biloba 6000 mg
Creatina
Puede considerarse un suplemento nootrópico por su propiedad de mejorar el funcionamiento neuronal, ya que incrementa el consumo de oxígeno por las neuronas.
Creatina en polvo – 1kg / 1000 g – Monohidrato de creatina
Magnesio
Contribuye a la sinapsis en el corto plazo y la fortalece en el largo plazo, mejorando la memoria y la capacidad de estudio.
Hay múltiples formas de magnesio, y muchas de ellas no son capaces de llegar al cerebro.
El L-Treonato de Magnesio fue creado con el objetivo de superar la barrera que aísla nuestro sistema nervioso central y tener un efecto de «Booster» cognitivo.
Magnesio L-Threonate 2000mg
Bacopa monnieri.
Usado para tratar dolencias como la epilepsia y el deterioro de la memoria. Los bacosidos mejoran la transmisión de los impulsos nerviosos, tienen efectos neuroprotectores y potenciadores de la memoria.
Ezyleaf Bacopa Monnieri 500mg
Como ves, existen muchas formas de mantener nuestro cerebro activo y en plena forma. Con poco esfuerzo conseguiremos de una forma fácil reducir el envejecimiento cerebral, ralentizando el deterioro neuronal.
Cuéntame si te han resultado útiles estos consejos en los comentarios!!.
ADVERTENCIA: Este artículo es únicamente informativo, no tenemos la posibilidad de prescribir ninguna receta médica, ni efectuar ningún tipo de diagnóstico. Consulte a su médico si tiene algún dolor o malestar.
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